Odisea aeroportuaria

Ahora que está tan de moda cagarse en el volcán y los aeropuertos, paso a relataros nuestra aventura aeroportuaria, en vistas que la pluma invitada no está por la labor de redactarme un post (puyazo).

Todo empezó un viernes frío y lluvioso en que quise hacerme la novia atenta, y en lugar de ir de cutres en transporte público como siempre, decidí ir a buscarla en coche al aeropuerto. A las 22:30 estaba en tierra, y en media horita llegaríamos a casa... pero al coche no le dio la gana arrancar. Claro, que tenga más de 16 años es un factor a tener en cuenta, aunque temíamos que estaba a cero de gasolina, ya que suelo llenarlo y mi padre me lo vacía. Y ni hablar de dejarlo toda la noche en el parking del aeropuerto o llamar al seguro y quedar como catetas sin gasolina. Ya eran más de las 11 de la noche, pero afortunadamente existía una gasolinera... que estaba en la otra terminal. Pillamos el último bus lanzadera y allí que nos plantamos (el estado de nervios ya era patente, porque yo me pongo muuuy negra cuando pasan estas cosas). Nos hicimos con un bidón, a saber qué pensarían los cuatro gatos al ver paseándonos con un bidón de gasolina por un aeropuerto pasadas las doce de la noche, jodidas de frío. Evidentemente, no había ya buses lanzadera para regresar a nuestra terminal. Después de que un taxista nos intentara soplar más de 20 euros para ir, llegó un bus interurbano y nos cagamos en suputamadre por intentar aprovecharse de dos chicas indefensas y desesperadas.

Una en deportivas amarillas (adivinad...), otra en sandalias de tacón, un bidón de gasolina de madrugada en un aeropuerto. Combinación explosiva.

"¿¡En este momento de histerismo tienes que sacar fotos para el blog?! ¡Estás enferma!" 

Y el coche, tras algunos intentos, arrancó. Mi padre descojonándose de mi tras la línea telefónica (eso sí, de venir a buscarnos no dijo ni mú, y yo quedando como la rubia tonta que se queda sin gasolina). Total, que tras 4 horas de haber aterrizado al fin llegamos a casa.

El sábado hicimos un descubrimiento que nos hizo olvidar nuestras penurias (sobretodo a mí), y en cuanto lo vi pensé que era el sitio ideal para invitar a lady Hormiga, así que tuve que hacer foto para el blog:

¡¡¡Una mesa con tu propio grifo y una pantalla para hacer competi de litros con las otras mesas!!! 

El lunes a las 6 de la mañana llegó la hora de irse, así que quise hacerme de nuevo la novia atenta y llevarla en coche. ¡Ahora estábamos a tope de gasolina! Llovía y había retención. Gente que no deja colarse en la seguridad y pasa 5 veces por el arco. Resultado: vuelo perdido. Así que dejé el coche en el parking, desayunamos, y quisimos emprender el regreso a casa... pero el coche no arrancó. ¡No era la gasolina! En medio de la desesperación, y apunto de llamar a la aseguradora, dice :"Señor, mándanos alguna señal". Claro, yo descojonándome, porque soy atea 100% y ella aún cree en algún porcentaje.
- ¿Qué te apuestas?
- Lo que quieras, llevamos más de una hora intentando arrancar y no es la gasolina.
- Como nos llegue una señal de Dios, vienes a la boda de mi mejor amiga.
- Joder, odio las bodas, y a tus amigas aún no las conozco, pero vale.

A los 10 segundos apareció el vigilante del inmenso párking, nos dio la clave para arrancar el coche y salí pitando de allí con una cara de gilipollas inmensa y la otra llorando de risa. Sigo siendo atea 100% pero ahora tengo que ir a otra boda.
Para redondear el finde, se me cayó la mochila en el barro después de aparcar y me quedó tal que así:

Dios no existe, pero Murphy sí.

Desde entonces se va al aeropuerto ella solita a las 6 de la mañana y pronto la tendré enseñada a que venga sola a casa en renfe.