A veces pienso en todas aquellas cosas que me hacían salir de la norma de pequeña, en los 80-90, y como aun teniendo una infancia feliz, estas cosas me causaban frustración, inseguridad y vergüenza. Cosas que te imponen para ajustarte a la heteronormatividad y tú no entiendes nada porque eres pequeña, no entiendes por qué aquello está mal visto, o por qué importa tanto lo que digan los demás. Imagino que habrá heteros (por ser la orientación normativa, evidentemente las cuestiones de género no tienen que ver con la orientación de cada una) que también se hayan encontrado en estas situaciones. Pero a los LGTB cuando se abre el mundo ante nosotros al darnos cuenta de quién somos miramos hacia atrás y comprendemos muchas cosas, aunque no todas las lesbianas somos iguales y no todas os sentiréis identificadas con lo que expondré más adelante (porque estoy mezclando churras con merinas).
¿Qué es lo que hace que te gusten más ciertas cosas cuando te inculcan lo contrario? Pues ni idea, por supuesto que de manera espontánea también nos construimos como personas y no es todo la educación recibida. Pero a mí me hacía sentir mal decepcionar a mi madre sobretodo y a no
hacer lo que hay que hacer para gustar los chicos. La línea marcada en la vida era estudiar, ir a la universidad, encontrar un trabajo y un novio, casarse, comprarse una casa, un coche y tener hijos, la parejita a poder ser. Y esa presión social PESA MUCHO a lo largo de tu niñez, adolescencia y adultez, aún sigue pensando hoy cuando no has seguido esa línea. Muchos jóvenes (más adultos que jóvenes) no han podido seguirlos, ya sea por cuestiones económicas u otras.
¿De qué hablo cuando digo salirse de la heteronormatividad siendo niña?
Hablo en primer término, de la manera de vestirse. Siempre he rechazado los vestidos. Me hacían (y me hacen) sentir insegura, no recuerdo haber llevado falda o vestido más allá de los 8, 9 o 10 años. La comunión, la palma (domingo de ramos), bautizos, Navidad, todos momentos incómodos porque había que ir "arreglada", es decir, con vestido porque eras una niña. Incluso recuerdo una ocasión, en la que no me quise comer la verdura, que mi madre me dejó sin comer y al salir a la calle
además me obligó a ponerme un conjunto de camiseta con una flor y una falda. Fui a jugar a la calle que hay detrás de la iglesia del barrio, tanta hambre tenía y tan avergonzada me sentía con esa falda que aún lo recuerdo más de 20 años después.
Al llegar a la adolescencia, tejanos, camiseta, sudadera y bambas, esa era mi ropa preferida. Cómoda. ¿Para qué querían que me pusiera camisas o jerseys que picaban? "Así no gustarás ningún chico decían". Así que, para gustar a un chico tenía que mostrarme como lo que no era. Pues vaya mierda el amor.
Hoy en día me sigue costando encontrar ropa en tiendas generalistas, puesto que todo
lo de chica lleva lentejuelas, o mariposas, o lazos, o flores, o purpurinas, o lemas absurdos en inglés, o poca variación cromática -rosa incluido-.
Hablo también del peinado. Muchos años he llevado el pelo corto, muy corto, cuando era pequeña en más de una ocasión me habían confundido con un niño, incluso ya a los 12, 13 o 14 años. ¿Qué sentido tenía tener que aguantar los tirones y asarse de calor cuando llevando el pelo "a lo chico" todo eran ventajas? Una estúpida estadística de la SuperPop que aún recuerdo (para que veáis la importancia de los medios de comunicación y referentes en la construcción de nuestras personalidades y cuerpos), hizo que empezara a llevar el pelo largo todavía hoy. Sólo me lo he cortado a lo chico de nuevo a los 25 y volví al largo. La estadística: sólo al 17% de los chicos les gustan las chicas con el pelo corto. Menuda estupidez.
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Hablo de juegos y juguetes. Me parecía mucho más divertido montar y desmontar cosas, las construcciones, los meccano (nunca tuve uno), los muñecos con los que montar historias (benditos Playmobil, éstos sí que estaban "permitidos") que las barbies y tooodo lo relacionado con las tareas domésticas. He tenido cocinitas, planchas, cajas registradoras, mochos, escobas, kits de costura... sí, eran los 80, pero es que actualmente venden hasta aspiradoras o vaporettas para niñas.
Si jugábamos a las familias (no recuerdo haber jugado nunca a médicos), yo me pedía ser el padre. Hasta en el pesebre viviente a los 16 hice de San José.
Me gustaba trepar, correr, romperme el pantalón las rodillas para demostrar a las demás lo rápida y buena que era jugando al "pichi".
Una vez en el parque conocí a una niña también con el pelo muy corto, aparentemente era un niño vaya, y nos lo pasamos en grande revolcándonos por el césped jugando al Pressing Catch. A mi abuela casi le da un patatús, pero se tranquilizó cuando le dije que era una niña.
Hablo del deporte. En los 80 y en un colegio de niñas, me temo que no teníamos tantas opciones como ahora o yo no las conocía porque no conocía chicos que hicieran extraescolares. De hecho, en el cole sólo había rítmica y baloncesto. Más tarde llegaría el voleibol. Y fuera, el ballet. Aunque mi madre me quería apuntar a rítmica
para que aprendiera a andar bien (es decir, femeninamente), conseguí que me metieran en básket, aunque mi primera opción era fútbol, pero como no existía, me tenía que conformar con jugarlo a la hora del patio y ganarme adjetivos como el conocido MARIMACHO O MACHORRA. Los niños son crueles dicen, pero es porque están rodeados de adultos y aprenden de ellos. En cuarto de primaria yo quería ser niño por dos razones: poder jugar a fútbol y mear de pie. De adulta de tas cuenta que puedes hacer las cosas reservadas a los chicos aunque seas mujer. Y yo sufriendo por si todavía no me habían crecido las tetas ni venido la regla por jugar tanto a fútbol. Increíble pero cierto.
Hablo del tratamiento entre hermanos. Los padres lo hacen lo mejor que pueden para dar una educación igual a todos los miembros, pero desgraciadamente esto es muy difícil, diría que imposible, empezando por el orden de nacimiento. Yo soy la mayor, así mi hermano ya se encontró abiertas algunas puertas, y además, chico. Yo tardé muchísimo en salir de noche, a los 17 años a las 10 y media tenía que estar en casa. Si por la mañana no me hacía la cama mi madre no me dejaba ir a la escuela. Como habréis adivinado mi hermano no tuvo que hacer nada de estos dos ejemplos que me vienen a la mente ahora mismo.
No es que ahora esté traumatizada por estas cosas, por suerte una crece y se da cuenta que lo importante no es lo que digan los demás, aunque a todos nos gusta sentirnos aceptados en sociedad. Es un alivio para mí poder ir de discotecas con bambas y camisetas normales (aunque se por el ambiente).
Aunque sí sé que no hubiera tenido tantas dificultades para darme cuenta (-DRAMA- ¿por qué tengo 18 años y nunca he tenido noviO?)y aceptar mi lesbianimo y mis "desviaciones" de género si hubiera tenido acceso a la cantidad de información y referentes que tienen hoy en día los jóvenes con internet, aunque siguen sufriendo lo mismo que yo y much@s de nosotr@s años atrás.