28 de enero de 2017

Sal de mi cabeza

Esta mañana me he levantado con un pitido en el oído que aún me dura. El día anterior, ni conciertos, ni discotecas, ni música a todo trapo en el ipod. Me he acojonado un poco porque sé que hay gente que le pasa y lo escucha para toda la vida. Con lo que me gusta el silencio. A ver si a la hora de dormir ya no lo oigo sino me va a costar y me estresaré más. 

Quizá esté somatizando todo de manera muy bestia. Si esta semana me he decidido a relajarme un poco de la dependencia emocional por EsaChica y pasar más del trabajo, hoy he tomado la determinación de que sí voy a tomarme la vida más zen, porque no puedo pasar de taquicardias, a dolores de estómago/pérdida el apetito, a contracturas en los cartílagos interscostales (flípalo) a pitidos en el oído. ¿Qué será lo próximo? De momento ya me he casacado la botellita entera de Passiflora, así que entre esto, que me están alimentando  los tuppers de mi padre y que no quiero más dramas en mi vida, esta semana está siendo de relanzamiento y no quiero recaer.

¡ACTITUD!

También estoy más contenta porque creo que he llegado a tiempo antes del bajón máximo: empecé a leer a trozos un libro de autoayuda (por cierto, gracias por las recomendaciones en el post anterior), y me he aburrido, es decir, me he dado cuenta que realmente (de momento) no lo necesito, quizá algún pasaje suelto para distraerme si volviera la ansiedad (que no ha vuelto en plan destroyer, sólo pequeñas oleadillas).

Pues nada... ahora sólo hace falta: 
- dormir más
- Retomar el deporte
- Bajar la adicción internáutica

Como cuesta la vida, hijas.



24 de enero de 2017

Somos unos deficientes emocionales

Mirando hacia atrás (malditos blogs y recuerdos de Facebook) he caído en la cuenta que llevo como 3 años de bajón-rayada laboral y unos 4 meses de bajón-rayada emocional reciente (más unos cuantos bastantes más de herencia). Es normal que haya llegado un punto en que haya petado. No es que intente justificarme, sino buscarle una explicación a las cosas.

Eso me lleva a pensar que somos unos ineptos emocionales, porque oye, ¿a vosotras os enseñaron a como gestionar las emociones? Porque a mí no: tenías una rabieta, te la comías con patatas (o con un bofetón), sentías impotencia, tristeza, lo que sea, te podían consolar pero luego era tú la que tenía que lidiar con esa tristeza (y con qué herramientas?). Y así hasta adultos. Ahora busco ejercicios o lecturas sobre inteligencia emocional y casi todo es sobre cómo educar a los hijos. Yo quiero ser inteligente en eso ahora, a mis treintaypico tacos.


Quien más quien menos tiene o ha tenido carencias emocionales, a veces más claras, a veces más sutiles, y a la mayoría nos incapacita para gestionar la complicada vida de adulto. Porque mira, si un día de cabreas y no haces los deberes pues te ponen una nota en la agenda, pero si un día te cabreas y no vas al trabajo pues la has liado parda.

Yo ya me he cansado de sacarme las castañas del fuego, y de sacárselas a los demás, pero oye, ¿tendré que seguir haciéndolo no? -buscarme la vida-. Pues nada, es encontrar esa energía, ese no rendirse, ese gestionar bien las emociones negativas para que no nos lleven al abismo, porque amigas, evitar sentirlas yo creo que es imposible. Y a veces de tan positivas se vuelven negativas, porque no te dejan ver ni disfrutar nada más. Visto desde fuera no es para tanto, pero vivirlo es una putada. Es como la casa de Gran Hermano, "que todo se magnifica". 

Es harto complicado pero algún avance he hecho desde el último post. Me juego la salud en ello, también la física. Menos pensar, menos dar vueltas, sigue ahí pero intentaré no escucharlo demasiado. Quiero seguir sintiéndome bien, disfrutar el momento como cuando no pensaba, como cuando no estaba implicada emocionalmente con EsaChica. Luchar con una misma es agotador y frustrante, pero algo bueno tiene que salir de aquí. 

21 de enero de 2017

Los rescatadores


Por fin ha terminado la semana. Digo por fin, porque cada mañana, justo al despertar sólo tenía ganas de volver a casa y el hecho de enfrentarse al día me dejaba agotada.
Esta semana he comido poco y mal, con lo que tampoco he tenido mucha energía, que gran parte se la llevaba el cerebro que no para, no para de dar vueltas. Justo al día siguiente del post anterior hablé con ella y sólo sirvió para reprimirme más y hacerme más películas en mi cabeza, aunque por otra parte me quedé más tranquila.

Esta tarde ha sido de médicos, aprovechando que me miraba otras cosas le he comentado sobre la ansiedad y me ha dado un jarabe de hierbas varias a ver si me relajo un poco y duermo mejor. El resto, trabajo mío mental, lo sé. Intento controlarlo, lucho contra ello cada puto día. Es muy difícil dejar de pensar, ayer me tuve que decir BASTA.

Estos días se alivian con amigos simplemente pasando el rato, como hoy, o con terapia gratis con amiga(s), como el miércoles. La verdad es que tuve bastantes revelaciones, con poner diferentes palabras a ideas que me rondaban por la cabeza pero que en boca de otra persona toman más fuerza. Fue genial, a decir verdad. Abrí más los ojos y sentí tener un poco más de poder aunque mi cuerpo diga lo contrario. ¡BIEN!

Toda la vida pensando que era una víctima cuando soy un rescatador. Y es cierto, he jugado ese rol dentro de las parejas a pesar de que en algunos casos yo está igual de rota o perdida que la otra persona y creía que era la salvada. Pero no. Y al parecer sigo haciendo lo mismo. De eso nunca había sido consciente, de la dependencia emocional sí, y a pesar de todo, sigo repititiendo patrones. Y  también repito otros que no me gustaría: cuando me siento muy mal leo a trozos un libro que me ha dejado mi madre sobre la ansiedad. Resulta que los apartados que tiene marcados y subrayados son los mismos que actualmente subrayaría yo. Siempre bromeo con que tengo buenos genes, qué guapa, qué lista, sin enfermedades importantes o crónicas, pero por la parte sistema nervioso he salido a mi madre y a mi abuelo. Penica.

14 de enero de 2017

Te haría un rincón

Te haría un rincón en esta cama pequeña para encogerme a tu lado.
 
Te digo ven, si quieres. Si puedes. Si tienes cinco minutos o la noche del sábado o el domingo entero. Si no hay ningún condicional -pongamos por caso un ayer de los que pesan, un hoy compartido, un mañana donde quieras escribir otro nombre - que te cierre el paso. Que quisiera desnudarte y desnudarme y vernos como somos, por dentro y por fuera. Y hacernos el amor como quien se hace una casa para vivir una noche. O trescientas. O cinco mil. O ninguna más, no importa esto ahora.
 
De verdad que te lo confesaría, que me atraes y no sé muy bien por qué. Que quisiera tener tus labios en los míos, y que existieran las cuatro manos lentas, lentísimas. Los dos cuerpos a punto de temblar, la voz cerca del cuello y una palabra a medio decir. Y todo tu tú y todo mi yo. Y un nosotras que aprendería a serlo.
 
Te lo quisiera decir sin tener que decir nada. Quizás por miedo a que un silencio tuyo, hipotético pero posible, se pareciera demasiado a un no. Y que este rincón de la cama se hiciera grande de golpe.

Gemma Ventura



Fuente



Me gusta cuando encuentras un escrito que te habría gustado escribirlo a tí porque refleja 100% lo que sientes. Pues así estoy ahora.

Señoras, les presento (además del trabajo) la segunda (o primera) causa de mi ansiedad. Conocí una chica y comenzamos una especie de relación. Digo especie porque es una relación en sí, pero huimos (huye) de todo lo que tenga que ver "pareja" y "compromiso" (chorradillas diarias como dejar un pijama en casa, conocer amistades mútuas, etc, no hablamos de casarse o ir a vivir juntas). Y estoy en ese punto que quiero abrirme en canal pero percibo que ella no, no sé si porque no está en el mismo punto o porque se sigue engañando a sí misma y no acepta que joder, le encanto demasiado y está acojonada.

Y es una putada no estar en el mismo punto. Y más no saber si lo estás, necesitar decirlo pero temer al mismo tiempo una respuesta negativa que te aleje de la otra persona.

Me adelanto a vuestro comentarios diciendo que sí, que soy muy correspondida. Qué sé lo que quiero de esta relación. Que no quiero perderla pero a la vez me mata por dentro no poder expresarme 100% para no agobiar a la otra persona.

Y mi cuerpo se rebela con ansiedad, frustración y se relaja en forma de lloros.

Lo sé, trabajé mucho para que esto no volviera a suceder. Trabajé muchos años en contra de la dependencia física y emocional. Contra esta necesidad de compartirlo todo con la otra persona, de su cuerpo, de sus mensajes de móvil. Pero ha vuelto a aparecer. Y me da rabia. Me da rabia porque la cabeza me dice una cosa y el cuerpo otra. Me da miedo no poderlo controlar. La teoría me la sé, mucho, muchísimo.
Me da rabia que algo que podría ser precioso por culpa de comidas de olla sea algo que también duela.


7 de enero de 2017

Yo no hago balances

En estos días quien más quien menos ha hecho balance del año. Yo como sabéis que soy indiferente a las fiestas populares, no lo hecho. También sería complicado, porque 2016 ha sido un poco montaña rusa. Mi línea de la felicidad ha ido decreciendo desde septiembre hasta ahora, que parece que se ha estabilizado por debajo del límite que me gustaría.

Pero lo que sí puedo valorar es diciembre, en resumen, ha sido un mes DE MIERDA y tengo ganas ya de pasar página. Enfermedades leves, pero que me han tenido encerrada en casa, de médico en médico, ahora trabaja, ahora la baja, ahora fiestas, ahora ansiedad, ahora me duele aquí, ojo no hagas un esfuerzo... tengo ganas de estar ya físicamente al 100% porque sino me desanimo aún más. Por lo menos desde hace dos semanas o así tengo controlada la ansiedad y las rayadas mentales-emocionales. Esto me está costando mucho, mucho trabajo pero poco a poco me siento mejor.

¡Activación! Es lo único que pido. Y que pase el invierno. Sueño mucho últimamente y hace que me cueste más levantarme, prefiero quedarme soñando calentita en la cama que salir a la fría realidad...