Esta mañana me he levantado con un pitido en el oído que aún me dura. El día anterior, ni conciertos, ni discotecas, ni música a todo trapo en el ipod. Me he acojonado un poco porque sé que hay gente que le pasa y lo escucha para toda la vida. Con lo que me gusta el silencio. A ver si a la hora de dormir ya no lo oigo sino me va a costar y me estresaré más.
Quizá esté somatizando todo de manera muy bestia. Si esta semana me he decidido a relajarme un poco de la dependencia emocional por EsaChica y pasar más del trabajo, hoy he tomado la determinación de que sí voy a tomarme la vida más zen, porque no puedo pasar de taquicardias, a dolores de estómago/pérdida el apetito, a contracturas en los cartílagos interscostales (flípalo) a pitidos en el oído. ¿Qué será lo próximo? De momento ya me he casacado la botellita entera de Passiflora, así que entre esto, que me están alimentando los tuppers de mi padre y que no quiero más dramas en mi vida, esta semana está siendo de relanzamiento y no quiero recaer.
¡ACTITUD!
También estoy más contenta porque creo que he llegado a tiempo antes del bajón máximo: empecé a leer a trozos un libro de autoayuda (por cierto, gracias por las recomendaciones en el post anterior), y me he aburrido, es decir, me he dado cuenta que realmente (de momento) no lo necesito, quizá algún pasaje suelto para distraerme si volviera la ansiedad (que no ha vuelto en plan destroyer, sólo pequeñas oleadillas).
Pues nada... ahora sólo hace falta:
- dormir más
- Retomar el deporte
- Bajar la adicción internáutica
Como cuesta la vida, hijas.